miércoles, 11 de noviembre de 2009

Per sophisma figurae dictionis

Premisa mayor: Todo lo que es sujeto es substancia
Premisa menor: Un ente pensante solo puede pensarse como sujeto
Conclusión: Por ende, todo ser pensante es sustancia

Kant describe la falacia de este silogismo en le contexto de su filosofía trascendental, y por tanto haciendo mención a la estructura trascendental cognoscitiva (por llamarlo así). Esto no es casual, pues para él, la ilusión trascendental no es algo meramente lógico, y por eso la distingue del sofisma que sí lo es. La diferencia, creo, se establece en pasajes como este:

Hay, por consiguiente, una dialéctica natural e inevitable de la razón pura; no una en la cual se enreda por sí mismo algún chambón por falta de conocimiento, ni una que haya inventado artificiosamente algún sofista, para confundir a la gente razonable; sino una que es inherente a la razón humana de manera imposible de contrarrestar, y que aunque hayamos descubierto su maquina engañosa, no deja de exhibir sus falsas apariencias, ni de empujar a la razón incesantemnte a extravíos monentáneos, que tienen que ser corregidos una y otra vez”¹.

Puede notarse aquí de algún modo la hipótesis cartesiana descartada en la meditación acerca del ser supremo. En la premisa mayor, dice Kant, se alude a una ente que puede ser dado en una intuición como objeto, mientras que en la menor en cambio, sólo se lo considera en relación al pensar y a la unidad de la conciencia, pero no a la intuición en tanto pueda darse como un objeto de ella. Hasta ahí todo claro, pero en una nota al pié, se introduce nuevamente la oscuridad. Allí, lo que dice es que en cada una de las dos premisas, lo que se toma en dos sentidos distintos es el término pensar. Es decir, nuevamente: en la mayor como dirigido a un objeto de una intuición posible, en la menor como referencia a la autoconsciencia, sin referencia a objeto alguno.

Ahora bien ¿de dónde sale el convencimiento de Kant respecto a su propia hipótesis de la inclinación al error de la razón? Debe notarse que su lugar no es propiamente el de condicionado respecto de su crítica, sino más bien inversamente. Y, por otra parte, considerando el postulado como tal: ¿en qué dirección se encuentra un mayor provecho, en la que toma al sujeto en su acepción más general, elevándolo al nivel de forma pura de todo pensar en general, o bien en la que lo toma como término singular y relativo a ciertos pensamientos que le son inherentes en forma particular?

Notemos, por ejemplo, que la anfibología (que produce la falacia) no recae tanto en el término pensar sino más bien en el de sujeto, que hace las veces de término medio. El primer caso, en realidad, no podría tener lugar según el silogismo tal cual lo tenemos enunciado acá. Kant lo enuncia así: Lo que no puede ser pensado sino como sujeto, tampoco existe sino como sujeto, y por consiguiente, es substancia. Pero la equivocidad está en sujeto: primero sujeto como sede, sustrato de atributos, luego como sede, medium de todos los pensamientos. Tal vez por una cuestión temporal, es decir por la diacronía misma que es inherente a la lengua, hoy veamos la cosa con mayor simplicidad, y esto no nos lleve a ver el germen de la apariencia ilusoria trascendental, sino meramente lógico. Pero esto no quita que la intuición de Kant en este punto no haya estado errada del todo y que parte de su validez se preserva en el tiempo, si bien con otras formas.

Dice Kant (en la segunda edición de la Crítica en cuestión, donde se reformula lo referido a los paralogismos de la razón pura):

... la proposición Yo pienso (tomada problemáticamente) contiene la forma de todo juicio del entendimiento en general y acompaña a todas las categorías, como vehículo de ellas...”²

Dado que es «tomado problemáticamente», podría pensarse este yo pienso como una idea en sí que no podría ser conocida especulativamente. Es decir que no se trata de, por ejemplo, una certeza inmediata obtenida de una experiencia (la de la conciencia en relación a sí en su especulación), de la cual inferir su existencia mediante el silogismo que fuera. Kant concibe en cambio al Yo como una:

representación simple y en sí misma enteramente vacía de contenido de la que ni siquiera se puede decir que sea un concepto sino una mera conciencia que acompaña a todos los conceptos. Por ese Yo, o Él, o Ello (la cosa) que piensa, no se representa nada más que un sujeto trascendental de los pensamientos = x, que es conocido solamente por medio de pensamientos que son sus predicados, y del cual, tomado por separado, nosotros no podemos jamás tener el más mínimo concepto”³.

Esta tópica de la doctrina racional del sujeto o cosa que piensa -en tanto concepto problemático- no podría, entonces, contener ni la substancialidad (inmaterialidad), ni la simplicidad (incorruptibilidad), ni la identidad (personalidad).

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(1) Kant, Crítica de la Razón Pura, Colihue, p.383.
(2) Ibíd., p.467.
(3) Ibíd., p.419.

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