jueves, 24 de diciembre de 2009

Cientificidad y psicofamacología

Existen quienes debaten en torno al tema de los psicofármacos, los cuales no se restringen seguramente a los integrantes del conjunto de los especialistas. Sin embargo, entre ellos también debaten.

El psicofármacon no es antes que nada el colorario de un presupuesto biologicista sino, antes que eso, una cosa de la que se espera un efecto una vez que se la ha ingerido. Esto no debería tener nada de llamativo. Cuando ualquiera tiene hambre, entonces abre la heladera y se come algún objeto que encuentre allí esperando como efecto que se vaya el hambre. La generalidad de esta causalidad es ampliamente admitidam, pese a que en algunos casos no lo sea: los trastornos de bulimia y de atracón, consignados en los manuales dignósticos actuales, son tipificacionesde casos en los que no se corrobora este efecto. Esto es llamativo: en vez de -como se esperaría en las cienciasduras- poner a revisar la regla que implicaría el efecto faltante, es decir, que la comida quita el hambre, se busca una falla en el organismo donde esto ocurre para normalizarlo. O sea; se trata de un método que, si bien atribuíble a los sectores más cietificistas de entre los que se ocupan de estas cuestiones, no obstante difiere essencialmente del método de las ciencias más duras. Esto se ve más claramente por lo siguiente: los psicofármacos suele nser producto del azar, como los inentos de Edison, de manera que aparece una droga, se le encuentra un determinado efecto, y después se supone que son sus cualidades químicas la sede de toda su potencia causal y que por tanto el trastorno es ocasionado por un déficit en el organismo de la sustancia que la droga contiene. Esto parece muy simplista, pero de hecho es así, aunque con algunas mediaciones que no lo hacen tan evidente. De hecho, con solo pensar en el nombre de alguno antidepresivos se vpe esto con claridad: "Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina", por ejemplo. Sucede con ellos lo siguiente: a inhibir la recaptación de serotonina, lo que resulta de ellos como efecto es una mayor cantidadde serotonina que de otro modo sería recaptada. Entonces, se concluye que lacausa de la depresión es la carencia de serotonina. Distinto hubiera sido si era primera una teoría que formulabadicha causalidad, y luego era conformada por los psicofámacos. Lo hechos serían los mismos, pero sería más facil creer en la teoría en cuestión.

Siguiendo la idea previa, especulemos un poco según los hábitos del psicofarmacólogo:

"En la bulimia hay una falla en el organismo ya que tras ingesta de comida debería seguirse una disminución del apetito, cosa que no ocurre. La droga x, supongamos, produce este efecto de saciedad que la comida debería producir en virtur de la regla 1 y no produce. Se supone entonces que hay que completar la regla 1 con la siguiente clausula, que se agrega a su formulación inicial que decía que la comida saciaba el hambre: es necesaria una cierta cantidad de la droga x (si es que la driga provee de alguna sustancia que el organismo produce por sí mismo, como la serotonina) para que la regla 1 se aplique."

Ahora bien, hasta aquí bárbaro, pero supongamos que la regla 1, con la cláusula 1, se encuentra con un caso que la refuta ¿qué hacemo'? Pues es muy fácil, decimos lo siguiente:

"Existen casos más graves donde incluso con la provisón de la droga x el apetito persiste pese a la ingesta de comida, por ende, debe haber otro problema adicional en el organismo, además de los dos ya postulados".

Los problemas de este procedimiento son más que uno. Lo primero que llama la atención es que la persistencia del hambre quizás no tenga nada que ver con el organismo sino con alguna otra cosa con lo cual todo el razonamiento pierde fundamento. También podría decirse (aunque se diga que es una formulación extrema y contraria al sentido común) que el "trastorno" lo único que hace es refutar la regla 1 en virtud de la cual la comida quita el hambre. En este sentido va también otra experiencia común, si bien no tan "clínica": el hambre se va sin la ingesta de alimento, así como sin la ingest ade droga x en caso de bulimia, etc.

Sin embargo, estos puntos de vista pueden considerarse artificiales. Básicamente porque el punto de vista del médico es otro: es consultado por alguien que no controla sus "haitos alimentarios" y que quiere hacerlo por, supongamos, para bajar de peso. Tiene estudado que tal droga sirve para eso, la receta, la persona baja de peso, y listo. Es decir, es la eficacia lo que valida la práctica en cuestión, lo mismo que en procedimientos no medicamentosos como lo es el psicoanálisis. Además, como decíamos, es comun pensar así: al tener hambre se come esperando qeu así se vaya el hambre, se bebe -en caso detener sed- para que ésta también se vaya. De las drogas no médicas también sus consumidores esperan determinados efectos. El efeco parece así algo inseparable de todo aquello que se ingiera, incluso tratándose de un veneno, y cualquier cosa suamamente nociva. Hay muchos ejemplo más: el de la comida light de la cual se espera como efecto el bajar de peso, justamente. EN general, on todos efectos esperados.

Lo mismo ocurre con el placebo, del cual se espera un efecto, sólo que su uso apunta a establecer si son efectivamente las cualidades químicas de lo que se ingiere lo que producede heho el efecto o si es, al contrario, la "sugestión", noció profundamnte anticientífica.

Hay algo llamativo aquí: los fármacos se ponen a prueba contra placebos, de manera que es una mayor efectividad en relación a éstos lo que probaría las cualidades causales del mismo. Es decir: sugestión con o sin droga. Sin embargo, nunca se pruba lo siguiente: proveer el fármaco sin que el sjeto lo sepa, es decir: droga sin sugestión. Hay ahí evidentemente un problema pues, si la sugetión paraece siempre necesaria (cosa de la que no obtante el psicoanálisis dice abstenerse) para la psicofarmacolofía y la psiquiatría, no se ve la necesidad de excluír su estudio.

Lo único que permite concluir esto es que la psicofarmacología, en tanto ciencia, es muy poco estricta. Primero por su dogmatismo, y además por el modo en que considera su objeto sin criticismo alguno. Es como un físico que quiesiera anticipar cuál de dos cuerpor móviles llegará primero a un determinado considerando sólo su velocidad y sin tomar en cuenta para nada la aceleración.

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