martes, 14 de enero de 2014

Riesgo e incertidumbre

Desde la época de Kant, la razón especulativa ha sin duda extendido sus dominios. Por supuesto, no hacia aquellos terrenos que en su crítica habían quedado vedados. El filósofo había trazado una línea que apuntaba a separar la especulación de la acción, y sólo se había interesado por la racionalización de aquellas cuestiones prácticas que involucraban un determinismo puro, es decir, un determinismo de la voluntad sin miras a ningún fin.

No obstante, muchas cuestiones prácticas involucran consideración por los fines, aún cuando los mismos puedan no estar garantizados una vez elegida una determinada voluntad. Existen dos aspectos de una elección así. Por un lado, el resultado mismo de la acción puede no estar determinado por completo, pueden haber distintos resultados posibles. Por ejemplo, uno puede querer ganar al truco, pero ese resultado no es seguro, aunque el jugador sepa, a antes de empezar, que o bien ganará o bien lo hará su contrincante. El resultado no está, pues, determinado por la voluntad. Esto recibe habitualmente el nombre de riesgo, es decir, el hecho de que el resultado no es necesariamente el que se busca. Por otra parte, también puede ocurrir (tal y como lo hace en el ejemplo mencionado) que la probabilidad que es propia de cada uno de los resultados sea desconocida. Esto es la incertidumbre propia de la decisión en cuestión.

Veamos un ejemplo para notar mejor esta diferencia, que recibe el nombre de experiencia de Ellsberg. Supongamos que hay una bolsa con tres bolas. Sabemos que una de ellas es colorada, y las restantes pueden ser o bien color azul o bien verde, pero no sabemos si son ambas de un mismo color o cada una de uno distinto. ¿Qué color conviene elegir, entonces, si se ofrece un premio de $1000 a quien acierte el color de una bola obtenida al azar de dicha bolsa?

En este caso existe riesgo. Presumiblemente el agente quiera elegir exactamente el color de la bola que se obtenga aleatoriamente. Pero nada le garantiza ese resultado, y existe por lo tanto un riesgo de no obtenerlo. Ahora bien, hay algo que diferencia entre elegir colorado o los otros colores. En el ejemplo, se conoce la probabilidad de que el color sea rojo, a saber, 1/3. Pero no se conocen las probabilidades de que surjan los colores azul o verde. Es decir, además de riesgo, la elección de estos dos últimos colores implica incertidumbre.

La “paradoja de Ellsberg” es el hecho de que alguien elija colorado para el caso anterior y también lo haga en el siguiente:

Sean nuevamente, tres bolas, una roja, y dos que pueden ser color verde o azul (igual que antes). Pero los $1000 serán para el agente en caso de que el color que elija no sea el de la bola obtenida aleatoriamente.

Lo curioso es que si alguien en ambos casos elige el colorado, está diciendo que considera tanto el que tiene la probabilidad mayor, como el de la probabilidad menor. Esto parece indicar que la gente suele elegir la seguridad (aún cuando implica riesgo) a la incertidumbre, lo cual parecería explicar1 a su vez el hecho de que mucha gente sea reacia a invertir en acciones o bonos, prefiriendo dejar su dinero en una cuenta bancaria, es decir, se elije la seguridad ante la incertidumbre. También explicaría que muchos inviertan sólo en acciones de las empresas que le resultan conocidas o aquellas en las que trabajan, incluso cuando no vayan bien.



1 Cf Thorsten Hens, Marc Oliver Rieger ; Financial Economics: A Concise Introduction to Classical and Behavioral Finance, p. 81.